martes, 24 de abril de 2012
Ángel González
y una voz cariñosa le susurró al oído:
-¿Por qué lloras, si todo
en ese libro es mentira?
Y él le respondió:
-Lo sé;
pero lo que siento es verdad.
martes, 6 de marzo de 2012
Ignorancia
envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora.
viernes, 30 de septiembre de 2011
Luces de Bohemia
miércoles, 4 de mayo de 2011
De nada. Millás
De nada
Las instrucciones que acompañan a las baterías de los teléfonos móviles aconsejan al usuario descargarlas totalmente siete u ocho veces para que no se produzca el "efecto memoria", que no sabemos en qué consiste, no lo pone. En cualquier caso, debe tratarse de algo horrible, de otro modo no lo llamarían así, el "efecto memoria", que parece el título de una novela de terror. Por otra parte, está comprobado científicamente que nosotros mismos, aun no funcionando a pilas, corremos el peligro de quedarnos atrapados en sucesos de los que no nos sacan ni con fórceps, a menos que seamos capaces de vaciarnos por completo en varias ocasiones a lo largo de la vida. Hay gente que a los 50 años todavía habla con un odio infinito del prefecto de disciplina del colegio o del sargento que vendía enciclopedias en la mili. No se han desocupado del todo, como recomiendan los fabricantes de baterías, antes de volverse a llenar de vatios, afectos u obsesiones.
Por eso resulta envidiable gente como Piqué, que habiéndose limpiado hasta las heces de su pasado comunista, ha podido abrazar sin problemas la fe popular, lo que ha repercutido muy favorablemente en su bolsillo. Hoy mismo, y tras optimizar sus pagos a Hacienda con empresas familiares de dudosa actividad, es completamente rico. De no haberse vaciado tanto, habrían quedado en el fondo de su cartera algunos escrúpulos progresistas que taponarían la entrada a nuevas sensaciones. Y si el propio Aznar no se hubiera desamueblado por completo antes de volverse a rellenar, seguiría escribiendo artículos surrealistas en La Nueva Rioja, lo que habría hecho un daño económico incalculable a compañeros del colegio que estaban esperando que algún condiscípulo llegara a algo y les sacara de la miseria, que es muy mala.
El "efecto memoria" resulta dañino para el progreso de las personas. Si uno quiere ser alguien, es preciso olvidar, aunque se convierta en otro. Es mejor ser otro con una cuenta corriente saneada, que ser el mismo vendiendo pañuelos en un semáforo. Antes de abrazar una nueva fe, sea analógica o digital, religiosa o política, descárguese del todo de la anterior y busque un enchufe. De nada.Confusión. Millás
Ánimo. Millás
Tomo notas, indistintamente, con un bolígrafo o con un lápiz colocados junto al ordenador, sobre un cuaderno escolar, de rayas. Al lápiz hay que sacarle punta de vez en cuando, lo que constituye una actividad artesanal que sirve también para la reflexión. Pero la diferencia más notable entre él y el bolígrafo es su modo de perecer. El bolígrafo no cambia de apariencia ni siquiera cuando se encuentra en las últimas. Y deja un cadáver tan curioso que nadie diría que está muerto si no fuera porque no pinta nada ya, aunque resucite a veces de improviso y trace un par de líneas, incluso un párrafo, antes de volver a expirar. La gente se resiste a desprenderse de los bolígrafos vacíos porque continúan como nuevos. Sólo se consumen por dentro, en fin, y siempre se acaban a traición, como el butano. El lápiz, en cambio, agoniza por dentro y por fuera a la vez, y deja un cadáver mínimo, un detrito del que uno se deshace sin ningún sentimiento de culpa. Punto y aparte.
La naturaleza presenta casos semejantes al del bolígrafo. Ahí está el caracol, que envejece sin una sola arruga exterior, sin un fruncido. Y no hay que sacarle punta cada poco: él mismo, mientras vive, asoma los cuernos al sol, caracol quiscol, y una vez muerto, si te encuentras la concha en un tiesto o en el agujero de un árbol, la guardas en el bolsillo y al llegar a casa la colocas junto a los bolígrafos difuntos. Tenemos una pasión curiosa por la cáscara, de ahí la afición a las cajas, sobre todo a las cajas fuertes. Hay personas que coleccionan pastilleros vacíos, que viene a ser lo mismo que guardar bolígrafos sin tinta, con los que sólo se pueden escribir poemas inexistentes, que muchas veces son los mejores.
Pese a todo, tal vez sea más digna la actitud existencial del lápiz que la del bolígrafo, la de la babosa que la del caracol, aunque no dejen cáscara para los arqueólogos. Conviene sacarse punta cada mañana, pese al espanto de ver cómo se agota uno. Lo complicado de sacarse punta es saber cuánto te tienes que afilar para escribir lo suficientemente claro sin romperte antes de que hayas acabado la novela o la vida. Pero eso constituye un ejercicio de conciencia, y quizá de consciencia, bastante saludable. Ánimo.
Los sueños se cumplen. Millás
Nos invitaron, para despedir el verano, a una comida con intelectuales y artistas. A mi izquierda había una estrella de la televisión que me informó de que tenía dos hijos adoptados, un chinito y una chinita. Le di la enhorabuena e intenté que habláramos de otra cosa, pero entonces me preguntó cuántos hijos adoptados teníamos mi mujer y yo. Al decirle que ninguno perdió completamente el interés por mí.
A mi derecha había un famoso guionista de cine que me dijo, sin que yo le hubiera dado pie, que acababa de adoptar a una niña boliviana. Le di la enhorabuena y le pregunté si había visto la película de Verhoeven sobre el hombre invisible. Pero él no tenía interés en hablar de cine, sino de la adopción. Quiso saber cuántos hijos adoptados tenía yo y le dije que ninguno.
-Pero estarás en trámites -insistió.
-Pues no, no estoy en trámites -manifesté un poco avergonzado.
El guionista de cine perdió todo el interés por mí y se puso a hablar de niños adoptados con su vecino de la derecha. Alcancé a oírle que el problema de los niños polacos es que son iguales que nosotros y al final parecen hijos biológicos. La pareja que había frente a mí hablaba de la burocracia de la adopción y se intercambiaban consejos para actuar de un modo u otro según los países. Mi mujer se encontraba al otro extremo de la mesa y me pareció, por la mirada que intercambiamos, que se encontraba también un poco aislada. Como todavía estábamos en el segundo plato y comprendí que el tema dominante eran los hijos, intenté contar a la estrella de la televisión algunas cosas de los míos.
-¿Pero no me habías dicho que no tenías ningún hijo adoptado? -preguntó.
-Es que son biológicos.
-Ah, eso -dijo con una mueca de asco.
Salí de la comida hecho polvo y cuando me reuní con mi mujer me contó que a ella le había sucedido lo mismo.
-¿Pero en qué mundo vivimos tú y yo -dijo- que ni nos habíamos enterado de que ya no se adoptan posturas, sino niños?
-Chica, yo leo todos los días varios periódicos y no había caído -respondí abochornado.
-No los leerás bien -aseguró.
En efecto, al llegar a casa echó un vistazo al primer periódico que vio sobre la mesa y me dijo que Woody Allen y Soon Yi acababan de adoptar otra hija, la segunda, creo, o la tercera.
-Pero Woody Allen se casa luego con ellas -dije yo-. Más que la adopción, practica una suerte de incesto atenuado.
Mi mujer dijo que eso no tenía gracia y estuve de acuerdo. Entonces entró llorando nuestro hijo pequeño.
-¿Pero qué te pasa?
-Unos niños me han dicho que soy hijo biológico.
Mi mujer y yo nos miramos con lógica preocupación, pero yo actué con unos reflejos increíbles. Le dije que no se lo creyera. Que le habíamos traído de Pakistán: el primer país que se me ocurrió, vete a saber por qué. El niño se quedó más tranquilo y se marchó otra vez a jugar con sus amigos adoptados.
-¿Crees que has hecho bien engañándole? -preguntó mi mujer.
-Ya tendrá tiempo de enterarse de la verdad -respondí yo-. Acuérdate de que le dijimos demasiado pronto que los Reyes Magos eran los padres y lo pasó fatal. Cuanto más tarde se entere de que es biológico, mejor.
-Pero los niños son muy crueles y se lo dirán.
-Pues nosotros le diremos lo contrario y lo juraremos sobre la Biblia si es preciso.
Esa noche releí un ensayo de Freud, con perdón, en el que dice que todos hemos tenido de niños la fantasía de que éramos adoptados. De ese modo, soportamos las carencias de nuestros mayores y soñamos con un futuro en el que nuestros verdaderos padres vendrán a rescatarnos de la menesterosa condición en que hemos caído. Lo curioso de los sueños es que se cumplen. Quizá ahora se está cumpliendo masivamente ese viejo sueño de la humanidad, lo que me parece muy bien. Pero alguien debería explicarnos cómo ayudar a los hijos biológicos a sobrevivir con el peso de no ser más que lo que parecen. Después de todo, ellos son inocentes de las inclinaciones de sus padres.