jueves, 25 de marzo de 2010

Rosa Montero. La luz



La luz

Hace algunos días tuve que acompañar a un familiar al servicio de urgencias de un hospital. La sala de espera se encontraba llena y las horas pasaban en esa enredada mezcla de aguda tensión e inmenso aburrimiento que suele imperar en estos lugares. Frente a mí, al otro lado de la sala, estaban los baños. Consistían en un pasillo recto y largo que acababa en la zona de lavabos. Al fondo, a la izquierda, se abrían las dos puertas de los urinarios de hombres y mujeres. El conjunto carecía de ventanas y no tenía otra iluminación que la de la luz eléctrica. Me entretuve mirando entrar y salir a la gente de allí (es increíble con lo que se puede un llegar a entretener en un ataque de tedio), y en un momento dado vi a una pareja como de veinte años, con un discreto aspecto de progres tardo-hippies. La muchacha entró y él esperó fuera. Al ratito la vi salir del retrete de mujeres y apagar la luz. Luego apagó la zona de los lavabos, y a continuación el retrete de hombres. Por último apagó también la luz del pasillo, y después se reunió con su amigo y se marchó, increíblemente ufana de su buena acción ecologista. Los baños, a todo esto, se habían convertido en una caverna tenebrosa. Llegó un hombre y se detuvo en el lóbrego umbral, dubitativo; luego debió de imponerse la necesidad y se introdujo a tientas por el pasillo, desapareciendo entre las sombras. Al cabo de un tiempo considerable se encendió una luz al fondo: había conseguido atinar con el interruptor del servicio de caballeros. Entonces llegó una renqueante septuagenaria apoyada en una muleta y también se detuvo ante el oscuro túnel, obviamente insegura y amedrentada. Recordé a la muchacha, tan complacida de sí misma. Recordé la mirada de puritano desdén que nos había dedicado a los demás, a todos los irresponsables de la sala de urgencias que derrochábamos electricidad, personas enfermas, asustadas, accidentadas, frágiles. Personas doloridas en las que ella no pensó. Y me dije que en eso consistía el fundamentalismo: en adherirte a ideas quizá buenas, quizá nobles, de una manera tan dogmática y antihumana que terminas por convertirlas en aberrantes. No te puedes solidarizar grandiosamente con el planeta Tierra si antes no eres capaz de solidarizarte con la septuagenaria.

Rosa Montero, El país. 20/05/2003
http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/montero/home.htm

No hay comentarios:

Publicar un comentario